Nuestras Historias

“En mi caso, A.A. no surtirá efecto. He llegado a tal punto que no tengo remedio.” “Es bueno para aquella gente, pero yo soy presidente de la Asociación de Padres y Maestros.” Soy demasiado viejo. Demasiado joven. No soy lo suficientemente religioso Soy homosexual. Soy un profesional. Soy judío. Soy clérigo. Soy demasiado inteligente. No estoy suficientemente educado.

En este mismo momento, gente de todas partes del mundo se está diciendo que en su propio caso A.A. probablemente no funcionará, debido a alguna o varias de estas razones. Tal vez usted sea uno de ellos.

Nosotros los A.A. creemos que el alcoholismo es una enfermedad que no respeta la edad, ni el sexo, credo, raza, condición económica, profesión o educación. Escoge sus víctimas al azar. Nuestra experiencia parece indicar que cualquier persona puede ser un alcohólico. Y sin duda, cualquier persona que desea dejar de beber es bienvenida en A.A.

Nuestro co-fundador Bill W., contando la historia de los primeros días de A.A., escribió:

“Al principio pasaron cuatro años antes de que A.A. llevara la sobriedad tan solo a una mujer alcohólica. Como aquellos del ‘alto fondo’, las mujeres decían que eran diferentes; A.A. no podía ayudarles. No obstante, al irse perfeccionando la comunicación, debido principalmente a las mujeres, la situación fue cambiando.

“Este proceso de identificación y transmisión ha seguido. El borracho de los barrios perdidos decía que él era diferente. Se oía aun más vociferante al mundano (el beodo de la alta sociedad) decir lo mismo. Y a los artistas, los profesionales, los ricos, los pobres, los agnósticos, los indios, los esquimales, los soldados veteranos y los presos.

“Sin embargo, hoy en día, toda esta gente, y otros muchos más, hablan de lo mucho que nos parecemos todos los alcohólicos, en cuanto reconocemos la urgencia de la situación.”

En las historias que aparecen a continuación, puede que usted encuentre a hombres o mujeres que, respecto a su raza, edad, preferencia sexual o cualquier otra condición, se le parecen. Llegaron a A.A. y descubrieron que A.A. funcionaba para ellos tan eficazmente como había funcionado para centenares de miles de personas que nos consideramos “diferentes”. Encontramos ayuda, y amistades con quienes pudimos identificarnos y compartir nuestras experiencias.

Ya no estamos solos.